jueves, 19 de enero de 2012

-¿Qué haces con ella?- dijiste - ¡No me mientas, me estás mintiendo!- Recuerdo el efecto que el alcohol hizo en ti. Llamaste y le gritaste. Volviste a aparecer sin previo aviso. Nunca supe si realmente fue por mí, porque fuera él quien estaba conmigo y no tú, o, por joder. Sólo sé que en ese momento decidí que ya no te quería. Ya no eras cálido. Me hiciste sentir culpable por disfrutar y olvidarte, mientras que tú ya habías re-hecho tu vida no una, sino, dos veces y en buena compañía. Ya sabes, me metiste en el medio, otra vez. Y tú que pensabas que me estaba haciendo la difícil. Que no, que era natural, auto protección. Y luego él, que decía que no lo entendía, que si tuviste tu momento y no lo supiste aprovechar no había lógica en esa reacción. Que le gusto. Que eres un egoísta. Tantos gritos y yo, callada, entre los dos. Fíjate. Ya no somos más tú y yo, aunque se empeñen en que sí. Quedó demostrado el 31. Podemos correr el riesgo, ya no soy yo la que se va a preocupar por si decides saltar sin saber dónde vas a caer, si te quedas sin respiración y te marchas al siguiente día. Me puedo acercar y simplemente darte un beso en la mejilla, hablar de ti sin que duela, hablar de ti, algo que siempre he esquivado. Y después, preguntarte qué tal la vida. Y tú, mientras, me preguntas que cuanto tiempo voy a quedarme. Y mi respuesta es que ya no voy a quedarme, contigo no. Que yo sé perfectamente que tu historia se encuentra entre su casa y Granada. Y la mía en algún garito de Madrid.

''Todo eso de que los besos de ciertas bocas saben mejor es un cuento que me sé desde el día que me dio dos besos y me dijo su nombre.''

No hay comentarios:

Publicar un comentario