Un amigo me dijo un día:
ya nadie quiere a los poetas,
las personas no buscan letras,
huyen de las palabras
y se alejan de las dudas.
Nadie quiere la insensatez de la locura
o las manos inquietas
de un poeta malabarista
que te rodea con palabras
haciéndote creer que aún existe la esperanza
haciéndote creer que aún existe la esperanza
Y yo le dije:
Si alguien escribiera reflejándose en mí
sobre curvas y flores,
alegrías y pequeñas muertes,
durante paseos interminables
por las calles de Madrid.
Sería dueño de mis duchas disconformes
de mis camas desechas
y maltrechas palabras,
Sería dueño de mis duchas disconformes
de mis camas desechas
y maltrechas palabras,
Comprendiendo en un desliz
los flechazos en vagones
los continuos desamores
no aptos para cobardes
...
...
Pero mientras
danza
danza por los rincones al encuentro de una musa
sin maquillajes ni tintes
ni tacones ni buitres
ni miedos más fuertes
que el deseo de una mano por navegar entre lunares
danza
danza por los rincones al encuentro de una musa
sin maquillajes ni tintes
ni tacones ni buitres
ni miedos más fuertes
que el deseo de una mano por navegar entre lunares
Aunque estoy de acuerdo contigo, creo que desgraciadamente tu amigo tiene razón; ya nadie quiere a los poetas (o cada vez menos) y por eso ellos se esconden entre las sombras de las ciudades.
ResponderEliminarYo no quiero a los que no son poetas.
ResponderEliminarMe parecen bichos.